miércoles, abril 05, 2006

El dogma: ¿sumisión o liberación?

Por Laura Sarmiento
lsarmiento2@unab.edu.co

Todas las religiones en el mundo pretenden alcanzar la verdad y orientar el pensamiento y las acciones de sus seguidores, tomando como base la teología o las proposiciones y dogmatismos de su respectivo dios.

Para nadie es una sorpresa que las religiones en general, han demostrado una conducta histórica que las ha llevado, como cualquier empresa o negocio, en busca del poder. Ese poder no debiera tener un papel de prohibición o reconducción sino más bien de productor, es decir, que debiera, mejor, llevar al individuo a tomar posiciones respetables, valiosas y autónomas sobre aquello que lo hace reincidir, además con absoluta conciencia.

Lo que sucede actualmente con las creencias religiosas es que utilizan el poder de un modo distorsionado, por cuanto están constantemente llamando la atención de quienes las siguen con dichas reconducciones y prohibiciones que no sólo limitan la razón humana sino que también, arrastran al individuo a un mundo de sumisión y arrepentimiento, muchas veces de acciones que ni siquiera la mente y el cuerpo humano pueden evitar.

En el caso del Catolicismo e Islamismo (como en las demás creencias) se plantea que el conocimiento en el hombre no tiene fundamentos si no tiene como base a Jesús o Alá respectivamente. Sus postulados están en la Biblia o el Corán y sólo en ellos radica toda posibilidad de verdad y sabiduría. Ello implica, en la mayoría de los casos, que el ser humano no tenga independencia tanto física como espiritual de sus diversos saberes y sentires y tenga que renunciar y negarse a sí mismo el hecho de “ser”, que como tal tiene una relación estrecha con “lo sensual” (placer, deseos, etc,) por una parte y con lo “científico racional” (la necesidad de conocer y saber) por otra. Estos componentes según la mayoría de los dogmatismos religiosos lo conducen a lo pecaminoso y compupicente.

¿Será necesario pasar por alto la razón y el saber del hombre e impedirle la necesidad de preguntarse por todo y buscar explicación a los diversos fenómenos, o matar al prójimo y agredir su entorno, en la “legítima” defensa de su creencia para demostrarse a sí mismo y a los demás que se es un elegido de Dios?

Las multitudinarias manifestaciones en el mundo árabe e islámico que se desataron, en septiembre del año pasado, a raíz de la publicación en varios periódicos europeos de una serie de caricaturas que muestran al profeta Mahoma como un terrorista, demuestran que en algunas ocasiones el hombre con filiaciones espirituales mal encaminadas no trasciende a un mejor pensar y vivir, no sólo en lo que respecta a sí mismo y sus pensamientos sino a procurar un ambiente sano y ejemplar para quienes le rodean.

Está claro que se deben respetar las diversas expresiones místicas o de otra índole del individuo, pero ellas y la defensa de las mismas no deben violentar las leyes y normas de una nación en particular.

No se trata de renunciar a las ideas religiosas o radicalizarlas como dañinas o nocivas, simplemente de focalizarlas positivamente y si es el caso revaluarlas, para que ellas no interfieran, más adelante, en el desarrollo de una sociedad que, independientemente de su dogma, debe propagar el bienestar de sus miembros.

La esclavitud disfrazada de estupidez mental por dichos dogmatismos no hacen del hombre un ser independiente, con voluntad propia, sino un individuo reaccionario que con actitudes violentas, como las mencionadas anteriormente, contradice su aparente evolución y crecimiento espiritual.